
Valle de Guerra es un pueblo adscrito a San Cristóbal de La Laguna e incluido administrativamente en la zona 5 del municipio, en la que, con Bajamar, Tejina y Punta del Hidalgo, constituyen una pequeña comarca. El nombre de esta población proviene de los apellidos Hernán Guerra y Hernando Esteban —llamado más tarde Fernán Guerra—, quienes heredaron a medias el valle de su primo el conquistador Lope Fernández. Antes de la llegada de los invasores castellanos, la zona que se conoce como Valle de Guerra se encontraba habitada por los guanches, como demuestran los restos arqueológicos hallados en diversos puntos de la localidad, los más conocidos de los cuales son los provenientes de las cuevas de El Calabazo, en las laderas costeras del valle. Este sitio le fue concedido al conquistador Lope Fernández por el capitán de la conquista, Alonso Fernández de Lugo, el 20 de septiembre de 1498, tomando entonces el nombre de su familia y levantando allí Lope en su piedad la ermita de San Francisco de Paula.
Valle de Guerra contó con alcalde pedáneo al menos desde el siglo XVII, y se convirtió en municipio independiente al amparo de la Constitución de Cádiz en 1812. Aunque no sería hasta 1836 cuando el término quedó definitivamente consolidado, tras las alternancias entre gobiernos constitucionales y absolutistas de la primera mitad del siglo y la desaparición del régimen municipal único que había sido instaurado desde la Conquista.
El territorio de Valle de Guerra abarcaba entonces desde la costa hasta la cumbre y lindaba con los municipios de El Rosario, Tacoronte, La Laguna y Tegueste; dentro de su jurisdicción se encontraban pagos como Guamasa, El Ortigal o Cruz Chica. El lugar, que en 1846 fue agregado finalmente al municipio de San Cristóbal de La Laguna, se encuentra situado en el valle homónimo, a unos quince kilómetros al noroeste de la capital municipal y a una altitud media de 220 metros. Limita al norte con el océano Atlántico, al este con Tejina, El Socorro y El Portezuelo, al sur con Guamasa y al oeste, con La Caridad, San Juan Perales y Juan Fernández. En 2022 contó con una población de 5967 habitantes censados.
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La primera referencia que se tiene de la lucha canaria relacionada con Valle de Guerra está personalizada en el destacado luchador vallero Juan Pablo, participante en la renombrada y multitudinaria luchada de la Media Montaña, que se celebró los días 24, 25 y 26 de junio de 1834 en una llanura que existe al pie de la Media Montaña, enclavada a la orilla del mar en la jurisdicción de Candelaria.
Pero no fue hasta 1921, al llegar a Valle de Guerra Manuel Gutiérrez y su familia, procedentes de Güímar, cuando se materializó la presencia del deporte vernáculo como costumbre en ese escenario. Manuel era natural de Tegueste y provenía de estirpe de luchadores, al igual que su esposa, que era prima hermana del célebre Jeremías Reyes. Instalados en la finca de Mirabal, los hijos de Manuel (Bernardo, Felipe y José) conocieron a José y Juan León Molina, quienes trabajaban de medianeros en la finca contigua, y empezaron a entrenar en una era junto con otros jóvenes del pueblo, consiguiendo hacer alguna que otra luchada contra los de Tegueste. Años después organizaron encuentros entre bandos; primero, los de la calle del Vino contra los de la zona del valle, y luego contra Tejina, Tacoronte… Hasta que, superadas las secuelas de la guerra civil, decidieron formar un equipo de lucha que se denominó Club Deportivo Rosario.
Y así, desde el albor del siglo XX, dio comienzo una provechosa trayectoria de éxitos valleros que, cien años y casi noventa títulos oficiales federados después, aún se mantiene. El Rosario no dejaba nada al albur y, con su impronta, exigía a sus adversarios lo máximo hasta llevarlos al límite de sus posibilidades si querían superarlo en el noble arte de la brega. Desde años ha, sus presencias en los terreros siempre estuvieron marcadas por el estilo y la incuestionable capacidad de una escuela con sello propio, mediante la que sus intérpretes exhiben fundamentos luchísticos con orgullo patrio identificable; con la entrega y el afán de superación como factores inherentes al amor propio por defender el terruño y los colores deportivos como si en ello les fuera la honra.
Sagas que ponen nombres y caras a una aportación ubérrima (los Gutiérrez, los Ledesma, los García, los Méndez…), por lo que resulta elocuente que, sin olvidar los momentos menos agradecidos de producción netamente canterana, sería una temeridad decantarse por unas u otras teniendo en cuenta lo determinantes que han sido todas en algún momento de la sobresaliente historia de la lucha canaria en Valle de Guerra. De aquella labor resultó el Rosario productivo y creador de una cantera por momentos inagotable que sabe cómo llenar vitrinas de trofeos y rubricar logros memorables. De tal manera que si este deporte no hubiese existido en Valle de Guerra, desde luego que habría que inventarlo.