El Rosario

El Rosario, cuya capital municipal es La Esperanza, situada a 900 metros sobre el nivel del mar, resulta de mucha diversidad en cuanto a las características fisiográficas y humanas (desde los llanos de la zona esperancera hasta la costa de Tabaiba) y forma parte del área metropolitana. Se encuentra en el noreste de la isla, en el extremo oriental de la dorsal de Pedro Gil, limitando con los municipios de Santa Cruz de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna, Tacoronte, El Sauzal y Candelaria. Posee una superficie de 39,43 kilómetros cuadrados, lo que lo sitúa en el decimoctavo puesto de la isla y el treinta y tres de la provincia. Cuenta con una altitud media de 754 metros.

La mayor singularidad dentro del conjunto insular es la variación de sus límites administrativos. A mediados de la década de los setenta del siglo XX se acordó por parte de los ayuntamientos de Santa Cruz de Tenerife y El Rosario la cesión por este último de buena parte del sector limítrofe oriental entre ambos municipios, al haber quedado englobado dentro del área de influencia de la zona metropolitana capitalina. Esta cesión representó la pérdida de 13,2 kilómetros cuadrados, una cuarta parte de la superficie total del municipio en esa época, pero una pérdida mucho mayor de vecinos, que se puede estimar en dos tercios del global. En 2022 registró una población de 17 750 habitantes censados.


De gran tradición luchística, el término de El Rosario ocupaba toda la extensión actual y zonas que hoy pertenecen a los municipios de La Laguna y Santa Cruz, como una parte de Llano del Moro, El Sobradillo, El Tablero, Barranco Grande y Santa María del Mar, por lo que era una verdadera potencia en la lucha canaria tinerfeña. No resultaba extraño entonces que se enfrentaran en varias ocasiones a combinados de luchadores de los consolidados partidos de Santa Cruz y La Laguna.

El teguestero Emilio Rivero Rodríguez escribió lo siguiente en un artículo publicado en el semanario Aire Libre del 25-03-1943: «… En estas fértiles y fecundas tierras de La Esperanza nacieron y se hicieron hombres y luchadores aquellos dos cachorros que se llamaron por apodo el Cochinero y el Ovejero, quienes tan bien sentado dejaron el pabellón de La Esperanza en la memorable luchada de la Media Montaña. También en estas benditas tierras nació el perínclito Manuel Álvarez, asimismo conocido como Manuel, el Esperancero, quien de humilde pastorcillo llegó a vestir dignamente el traje de sacerdote y que con la misma facilidad que predicaba un sermón kilométrico deleitando a los fieles con sus doctrinas, ungidas de pura santidad, cogía en el terrero por los fondillos a un contrincante y lo tiraba por detrás de la cabeza. Hasta hace unos treinta años contó La Esperanza con un excelente plantel de luchadores que se enfrentaban dignamente, con triunfos alternos, con los conjuntos mejor organizados de la isla. Sus figuras más destacadas fueron el célebre Juan Pérez, luchador al que nadie pudo aventajársele al tiempo de agarrar; los hermanos Domingo y Miguel Bacallado, que pertenecían a la escuela clásica esperancera; los hermanos Benítez, conocidos como los Cacheros, que además de ser todo coraje y rabia eran de un temple de fino acero, y la dinastía los Verga, quienes formaban el broche de oro de estos deportistas esperanceros…».

Una luchada destacada, ya en el siglo XX, fue la amistosa celebrada en El Sobradillo el 5 de agosto de 1934, cuando se enfrentaron a lucha corrida un combinado de El Sobradillo y el de Santa Cruz, apuntalado por Francisco Marrero, Camurria, y Antonio Domínguez, Canarito. Aquella tarde defendieron los colores locales Emeterio Gil, Pollo de La Esperanza; Francisco Martín; Guillermo Peña; Francisco Mejías; Lorenzo Mejías; Pábulo Alfonso; Saturnino Mejías; Antonio Gil; Antonio Alonso; Elicio Díaz, Hijo de la Reina; Gabino Rodríguez; Domingo Martín; Francisco Rodríguez; Feliciano Rosa; Genaro González; Antonio Negrín; Quintero Rosa; y Juan Expósito.

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