
Este municipio fue denominado en origen como Puerto de La Orotava y era el principal punto de embarque del valle, pero desde finales del siglo XVI se le conocía también como Puerto de la Cruz al haber plantado sus nuevos colonos una cruz en el recién construido muelle. Los orígenes de la ciudad se remontan a principios del siglo XVI, pues ya en 1502 existía actividad portuaria en el litoral portuense, si bien el núcleo de población dependía del municipio limítrofe de La Orotava. Por su formación, resultó un poblado de pescadores que fue creciendo a medida que se incrementaba el comercio local, principalmente del azúcar, que dio paso al del vino hasta quedar establecido su auge de exportación en la segunda mitad del siglo XVI, lo cual propició un proceso de desarrollo social y económico.
En 1603 se decidió señalar un lugar concreto en Puerto de la Cruz donde levantar una iglesia y su correspondiente plaza, y a mediados del siglo XVII los vecinos comenzaron a manifestar su voluntad de constituirse en un lugar diferenciado. Por ello recibieron la Real Provisión de Felipe IV, el 3 de mayo de 1651, que los facultaba para nombrar alcalde pedáneo. Puerto de la Cruz se convirtió en el puerto más importante de la isla cuando una erupción volcánica destruyó el de Garachico en 1706. Durante los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX, el comercio de Canarias, tanto de exportación como de importación —a excepción del comercio que venía de las Indias occidentales españolas y de Sudamérica—, puede decirse que estaba concentrado en el Puerto de La Orotava. Hasta 1772 perteneció al municipio de La Orotava; ese año se procedió al nombramiento de una junta municipal elegida por los vecinos y en 1808 se obtuvo autonomía municipal plena y se cambió el nombre al de Puerto de la Cruz.
Se sitúa geográficamente en el norte de la isla de Tenerife, en el valle de La Orotava, limitando con sus homólogos de Los Realejos y La Orotava. Tiene una extensión de 8,73 kilómetros cuadrados, lo que lo coloca como el municipio más pequeño de la comunidad autónoma de Canarias. El casco urbano se encuentra a nueve metros sobre el nivel del mar y el punto de mayor altura del municipio está al pie de la montaña de los Frailes, junto a la carretera de La Montaña. Su elevación más destacada es el cono volcánico conocido como Montaña de la Horca o de Las Arenas, con 239 metros de altitud. Tenía 30 349 habitantes censados en 2022.
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De la relación de este municipio con la lucha canaria procede destacar que al menos desde comienzos del siglo pasado se producían encuentros a lucha corrida contra pueblos vecinos. Como en el que se enfrentaron el Partido Rincón y Puerto Cruz y el Partido Orotava en la villa orotavense el 23-8-1925, a las 13:00 horas. En el cartel anunciador se destacaba que los portuenses alineaban a Antonio Pérez, Caminero; Francisco Cano; Víctor Hernández; Clorindo Pérez; Gregorio Domínguez; Pedro Hernández; Luis Borges; Cristóbal Colón; Ismael Hernández; Manuel Sánchez; Bernardo Padrón; Santiago Padrón; Daniel Hernández; Ángel González; y José Brito, quienes tuvieron como oponentes a Pedro González, Antonio Regalado, Andrés Arbelo, Andrés Jacinto, Julián Regalado, Julio Luis, Elías Mesa, Santiago Oramas, Juan Luis, Vicente Delgado, Juan Alonso, Juan Cedrés, Álvaro Rivero, Amadeo Hernández y Rosendo González. También se disputaron dos desafíos concertados: Vicente Delgado-Gregorio Domínguez y Juan Cedrés-Luis Borges.

Los espectadores debían pagar una peseta (moneda de la época) si ocupaban asientos de terrero, setenta céntimos de peseta en la zona general y cuarenta céntimos los niños y militares; la entrada era gratuita para el sexo femenino. Por otra parte, según se recoge en el libro Historia Gráfica de la Lucha Canaria en Tenerife. Siglo XX, el portuense Manuel Rodríguez Delgado, Casimiro, fue uno de sus selectos exponentes, si no el que más. La opinión unánime lo presenta como un consumado estilista que exhibía sus muchas virtudes en la época anterior a la constitución de los clubes y estaba considerado uno de esos intérpretes al servicio de la autenticidad de la lucha canaria, para regocijo del espectador. Cuando esta manifestación deportivo-cultural se producía entre bandos, Casimiro, que nació en 1904, resultaba un fijo en el listado de virtuosos que hacían de la lucha un arte.